Felipe V fue rey de España de 1700 hasta 1746 – con una pausa de nueve meses en 1724 – , conocido en las clases de historia como el primer rey de la Casa de Borbón en España tras la guerra de Sucesión Española – que no de secesión – e instaurador de los Decretos de Nueva Planta. Vamos, que pareciera ser un rey serio y cabal… Fue un niño mimado en Versalles, con tendencias melancólicas y lo que algunos historiadores creen que era bipolaridad.
Según las fuentes de la época Felipe V era un hombre “ya muy encogido y de piernas torcidas” cuando rondaba los 40 años, momento en el que le pusieron el límite de una misa al día y comulgar una vez a la semana ya que su afición por esto era casi enfermiza.
Pero esos no eran todos sus problemas, estaba obsesionado con que lo querían matar mediante envenenamiento a través de la ropa, y por ello chillaba y cantaba de noche. Si viviera en nuestra época seguramente sería seguidor del Canal Historia y en especial de los aliens… Un ejemplo de esta paranoia es en 1728 cuando recibió a embajadores descalzo, con la camisa de dormir – que no se cambiaba por miedo al envenenamiento – , y sin pantalones.
Otro de los aspectos más destacables de este monarca fue su convicción de que era una rana, y no solo lo creía para sus adentros sino que lo expresaba; hacía uso de los estanques del palacio para comportarse como una rana dando brincos. Esta situación aparece, por ejemplo, en la serie El Ministerio del Tiempo, en su Temporada 2 capítulo 9 “Óleo sobre tiempo” – de la que he extraído la imagen de esta entrada –. Sus delirios tenían más vertientes; como intentar cabalgar los caballos de los tapices que colgaban de los salones de los Reales Alcázares, tenía pesadillas en las que le perseguía un fantasma con una espada, o creía que el sol le atacaba mientras iba a caballo…
Pero lo mejor es conocer como describían sus contemporáneos el comportamiento de su anfibia majestad:
Esta última cita hace referencia a sus horarios de piso de estudiantes en época exámenes: su horario comenzaba cuando despertaba al mediodía, comía, iba a misa y se pasaba la tarde asomado a la ventana como las vacas mirando al tren. Tras la «entretenida» tarde, a las dos de la madrugada llamaba a despachar a sus ministros, a las cinco de la mañana cenaba y terminaba el día yéndose a dormir a las ocho. Todo esto probablemente por su miedo a ser tocado por los rayos del sol.
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Sáez Giménez, D. O., Botí Hernández, J. J., Alcántara Bernabé, I. (2017). Historia absurda de España. Madrid: La esfera de los libros. pp. 194-196.