OPINIÓN: EL TAPON DE LA BOTELLA

A lo largo de la Historia, grandes civilizaciones generadoras se han sucedido, dos de ellas pertenecen a nuestro acervo cultural: Grecia y Roma. De estas civilizaciones recordamos sus grandes pensadores, batallas épicas y grandes obras monumentales, todo ello fruto de un proyecto común y del deseo de dejar huella, de ser trascendentes. Como dijo el orador griego Demóstenes (384 – 322 a. C): «Las pequeñas oportunidades son a menudo el principio de grandes empresas«. Lo destacable no es su gran ingeniería o arquitectura (que ya analizamos en el artículo IA: IDIOTEZ AUMENTADA), sino la capacidad de aprovechar la mínima oportunidad para unirse en un proyecto común generador. No es que fueran perfectas, pese a aquello de que todo tiempo pasado fue mejor; pero sí hemos perdido claves para el desarrollo de la civilización.

Hoy en día, esta capacidad de unión en proyectos comunes ha desaparecido. Resulta irónico, pues vivimos en la «Unión» Europea. Este proyecto nació como Comunidad Económica Europea en 1957 con el Tratado de Roma: este trataba de crear una unidad y ayuda de algunos países europeos tras el final de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945). Posteriormente, se convirtió en Unión Europea con moneda común y creación del Banco Central Europeo en 1992 con el Tratado de Maastricht. Lo que parecía un proyecto común de ayuda y progreso entre naciones europeas, acabó siendo una tiranía de oligarcas «bruselianos» alejados de la realidad europea y en la disolución de la soberanía de las naciones, y los estados nacidos al comienzo de la Edad Moderna.

La actual UE parece estar más preocupada en guerras lejanas, intereses ajenos y burocracia que no sirve al ciudadano sino a principios «ecosostenibles, resilientes y pachamamescos«. Un buen ejemplo de esto, son los tapones de la imagen de esta entrada: mientras el paro juvenil sube, la economía languidece, la inseguridad aumenta cada día, los burócratas se dedican a cambiar los tapones, a imponer el cable único USB-C o a elegir presidentas de la Comisión Europea con sistemas disfrazados de democracia a espaldas del ciudadano europeo. Tácito ya nos advirtió que «Cuanto más corrupto es el estado, más leyes tiene«. Todo ello ha producido desazón y una sensación de exclusión por parte del ciudadano. Ya advertía la Biblia de esta situación en Proverbios 29:2:

Atrás ha quedado el legado cultural de Europa: las culturas griega, romana y germánica. Nuestras bases jurídicas nacieron en el Imperio Visigodo de Toledo de Recesvinto con el Liber Iudiciorum en 654 d. C, nuestras raíces cristianas desde el Imperio Romano con la conversión de Constantino tras la batalla de Puente Milvio (28/10/321 d. C) frente a Majencio.

Crismón de Cosntantino. Formado por letras X y P, dos primeras letras de Cristo en griego koiné (Χριστός (Khristós)

Por tanto, solo tenemos dos opciones: Dejar que alguien, como el general de origen germánico Odoacro depuso Rómulo Augústulo como último emperador de la pars occidentalis del Imperio Romano y entregó las insignias imperiales poniendo fin al Imperio Romano de Occidente (476 d. C), venga a poner fin a la decadencia posmoderna europea y deponga el imperio decrépito con pies de barro. O, por el contrario, no nos dejemos vencer y reaccionemos para recuperar nuestra historia, los valores cristianos que formaron Europa y recuperemos nuestras Naciones, siguiendo las indicaciones del historiador romano Tito Livio (59 a. C – 17 d. C): «Cuando la situación es adversa y la esperanza poca, las determinaciones drásticas son las más seguras«.

Related Post

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *