En 722, un pequeño grupo de astures liderados por Don Pelayo se refugió en las montañas de Covadonga, acosados por el poderoso ejército musulmán que había dominado la mayor parte de la península ibérica. Eran pocos, no tenían los recursos de su enemigo y la victoria parecía imposible, venían de ver como su mundo cristiano-visigodo había sido destruido en apenas 10 años. Sin embargo, en aquel rincón montañoso comenzó a fraguarse una resistencia que cambiaría la historia de España. Covadonga no solo marcó el inicio de la Reconquista; también dejó un mensaje claro: cuando luchas por tus ideales, incluso frente a lo inevitable, la derrota no es una opción.
Más de mil años después nos encontramos con otro gran imperio despedazado, un Real Madrid con 6 Champions en 10 años reducido a un grupo desgobernado y sobrepasado. También con un club como la Cultural y Deportiva Leonesa, líder 34 de 38 jornadas, pero criticado al más mínimo resbalón, que lucha por dejar de ser el considerado el «pupas» y dar un golpe en la mesa para que nadie la tenga en menos nunca más.
La inferioridad numérica, la falta de recursos y el entorno hostil no fueron suficientes para quebrar a Pelayo y sus hombres. En las escarpadas montañas de Asturias, no solo defendieron su territorio, sino sus creencias, su identidad y su futuro. La victoria de Covadonga no fue solo militar; fue un símbolo de lo que ocurre cuando las personas eligen luchar, incluso contra lo que parece imposible.
Hoy día, el fútbol está dominado por el marketing, multimillonarios, y Estados que inyectan petróleo en forma de capital en los clubes, otros que adulteran las competiciones: pagando a los jueces de la contienda, comprando a los medios de masas – que crean discursos falsarios -, falsificando las cuentas, introduciéndose en los gobiernos para cambiar las reglas, llevando por bandera la imagen del fin de occidente y su decadencia, etc. También tenemos a presidentes que parecen haber olvidado la grandeza de la institución que presiden y los valores que la han llevado a la gloria.
Más allá de las filosofías de algunos gurús modernos, el fútbol, al igual que la vida, se reduce a algo clave: superar al rival y nunca rendirse. No se necesitan adornos, solo pasión y entrega.
La belleza de intentar lo imposible, de creer cuando nadie lo hace, de volver a sorprender a todo el mundo. La belleza de las remontadas imposibles en Champions, de la Liga de las remontadas, de el minuto “noventayCultu”, de creer aunque parezca absurdo: El “Hasta el final, Vamos Real” y “Hasta el final, Sí Cultural”.
La imagen tras la derrota en Lezama de la Cultural. Lo primero que se escucha en la grada culturalista al pitar el arbitro el final es: “¡Que sí, ***, que vamos a ascender! Esa es la actitud, como decía el filósofo griego Epicleto “Cuanto mayor es la dificultad, mayor es la gloria de superarla. Los pilotos hábiles ganan su reputación con las tormentas y tempestades”. Y hablando de Asturias, debemos recordar aquel ascenso contra el Universidad de Oviedo – tras casi desaparecer -, con la voluntad – y el gol de David Álvarez – la Cultural volvió a la vida cuando parecía imposible.
El fútbol no salvará nuestra civilización, pero los valores deben defenderse aunque sea en un juego. En momentos de decadencia, donde reina lo superficial, el fútbol con honor, resistencia, esperanza y fe, y el ejemplo de Covadonga nos dejan un mensaje claro: aunque la adversidad sea grande, la gloria es para los que luchan con honor, la victoria siempre viene después de una derrota. Con esa cruz de la Victoria de Pelayo, esa cruz que corona los escudos de Cultural Leonesa y Real Madrid, esa cruz de Jesús – «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» Juan 11:25 -. Y la belleza no está solo en ganar, sino en la lucha por conseguirlo. Como dice la canción: “Y hacer caso a Don Pelayo, luchando con pundonor. Pues mientras nos queden piedras, lo que nos sobra es valor”.